La rectora de la Universidad de los Andes, Raquel Bernal Salazar, escribe sobre los retos que hoy enfrenta el modelo educativo para atender las necesidades de los jóvenes y alinearlas con las del sector productivo. Dejarán de existir programas educativos que por décadas gobernaron las aulas, porque los trabajos del futuro exigen adaptabilidad y flexibilidad de pensamiento, capacidad de innovación, pensamiento creativo y resolución de problemas.
Por: Raquel Bernal, Rectora Universidad de Los Andes
La cuarta revolución industrial representa grandes retos y oportunidades para el sector educativo, y sobre todo para la educación superior a nivel global. Esta revolución informática ha traído cambios vertiginosos y transformaciones significativas en el funcionamiento de todos los sectores económicos. Por ello, ha implicado la desaparición de millones de ocupaciones a la vez que ha presentado la posibilidad de creación de otras tantas ocupaciones nuevas, que aún ni nos imaginamos.
Adicionalmente, se observan cambios veloces en las competencias requeridas para funcionar en estas nuevas economías digitales. Esto no se refiere solamente a la tecnología y su aplicación, se refiere a la necesidad de formarse como una persona, ciudadano, y empleado adaptable, que puede innovar con agilidad, aprender a aprender de manera continua y a estar en capacidad de tener un marco mental digital que le permita aprovechar las oportunidades que resultan de la tecnología y de la disponibilidad de mejores datos y formas más eficientes de analizarlos.
En estas épocas, el banco se lleva en una aplicación de celular, el carro se adquiere en línea con características específicas para cada comprador, la inteligencia artificial se encarga de aprobar créditos bancarios y la prima de riesgo de un siniestro, y la agricultura es uno de los sectores con mayor uso de machine learning alimentado por las características del clima, los suelos, el riego, y el movimiento de mercados competidores, para hacer mejores predicciones de producción, precios y mercados potenciales. Esto requiere que todos, y no sólo los ingenieros de computación o los especialistas de datos, tengamos competencias del siglo XXI para enfrentar un mundo cambiante.
La obsolescencia de los programas académicos solía ser de 25 años para las personas hasta finales de la primera década de este siglo. Sin embargo, ahora la duración de relevancia de un programa académico es de apenas 5 años, y esto es generalizado a todas las disciplinas y no sólo en las tecnológicas.
Es decir, seremos estudiantes de por vida, con necesidades continuas de aprendizaje y actualización de competencias. El marco mental digital implica la necesidad de entender conceptos básicos de algoritmos, datos y predicciones, pero sobre todo requiere una disposición a la colaboración y una apertura al cambio. Implica la necesidad de adquirir competencias nuevas, pero, sobre todo, de estar en capacidad de ver el mundo de manera diferente y de estar dispuesto a cambiar nuestro comportamiento en respuesta a eso.
Esta es una época en la que la experimentación será la mejor manera de aproximarse a la realidad: investigar, pilotear, fallar, aprender e intentar de nuevo. Difícilmente tendremos a disposición fórmulas que funcionen por décadas. Los trabajos del futuro requerirán precisamente eso, adaptabilidad y flexibilidad de pensamiento, capacidad de innovación, pensamiento creativo y resolución de problemas. Esto implica una responsabilidad sobre las instituciones de educación, pues la formación debería transformarse en respuesta a estas nuevas necesidades de los seres humanos y de las sociedades.
Una situación que tiene implicaciones sobre nuestra forma de ganarnos la vida, pero también sobre la convivencia, el funcionamiento de las democracias, la manera como enfrentamos retos globales como el cambio climático y la sostenibilidad, y nuestra capacidad de contribuir al mundo.
Esta historia se entrecruza con el cambio en las nuevas generaciones de jóvenes. Personas que están más interesadas en la experiencia que en el resultado; que buscan una vida más fluida y dinámica de continuo aprendizaje y bienestar holístico; que buscan tener mayor impacto; y que son nativos digitales con otras formas de relacionarse con el mundo que, en ocasión, son muy distintas a las de nosotros los profesores.
Combinadas, estas dos historias implican la necesidad de pensar en un modelo educativo más flexible e incluyente. Asimismo, que se adapte a las condiciones de los estudiantes a lo largo de toda la vida, que sea menos empaquetado y lineal, y más modular con potencial de apilabilidad de competencias y conocimientos.
Es un modelo que se debe actualizar de manera mucho más frecuente de lo que ahora ocurre, y que busque la formación de un marco mental que nos ofrezca las destrezas necesarias para el mundo digital. Reitero, esto no se trata de tecnología, sino de enfoque y forma de pensar, de disposición al cambio continuo y de resiliencia en un contexto de incertidumbre.
Las grandes apuestas de ocupaciones nuevas a futuro, según el reporte de empleos del Foro Económico Mundial (World Economic Forum – WEF en inglés), están relacionadas precisamente con el cambio tecnológico en las áreas de inteligencia artificial, seguridad cibernética, y análisis de inteligencia de negocio, entre otros. Asimismo, se anticipan nuevas ocupaciones asociadas a la mitigación del cambio climático, la transición energética y la aplicación de estándares de gobierno ambiental, social y corporativo. Un ejemplo será la aparición de ingenieros de energías renovables, profesionales en soluciones planetarias, e ingenieros de sistemas complejos.
Finalmente, se estima que se experimentará un crecimiento significativo en nuevas ocupaciones en el sector educativo, agrícola, comercio y mercadeo digital. La modernización de la agricultura y su apalancamiento en tecnología, robótica, e inteligencia artificial será de suma importancia para la región latinoamericana, en términos de la posibilidad de garantizar alimentación sostenible para el mundo. Una oportunidad que la región no debe dejar pasar.
Según el reporte de empleos de la WEF, el 15% de las ocupaciones desaparecerán debido a la inteligencia artificial, y al menos el 30% de las tareas de 65% de las ocupaciones serán automatizadas de aquí al 2030. Además, los jóvenes experimentarán entre 20 y 30 transiciones laborales a lo largo de la vida, mientras que mi generación lo hizo en un número muy inferior, e incluso, no era infrecuente ver una o dos transiciones a lo sumo. Esto implica que la adaptación de la educación debe ocurrir pronto, porque en el 2030 ya puede ser muy tarde.
Más que conocimientos técnicos, las empresas reportan cada vez, con más frecuencia, la necesidad de competencias transversales que promuevan la adaptabilidad y la innovación. Por ejemplo, el pensamiento creativo, la flexibilidad y agilidad, la motivación, la disposición a aprender a lo largo de la vida y el trabajo colaborativo. Lo que es interesante es que el trabajo colaborativo ocurrirá ahora no sólo entre personas, sino también entre personas y la máquina. Una realidad que también debe estar presente en la formación.
La interdisciplinariedad será un imperativo dada la naturaleza holística de la mayoría de retos globales como el cambio climático, los conflictos geopolíticos, y las democracias frágiles. Pero, sobre todo, las universidades debemos defender sin titubear, la formación de ciudadanos para sociedades cambiantes. La sensibilidad de las artes y humanidades, y las reflexiones profundas de las ciencias sociales deben enriquecer de manera mucho más fluida la educación superior, para contrarrestar los riesgos de la inteligencia artificial.
Debemos enfatizar en nuestra formación de ciudadanos rigurosos que contribuyen al debate democrático y defienden los derechos humanos, ciudadanos que desde la ética y el pensamiento crítico le aportan de manera responsable a un mundo digital, y ciudadanos que promueven la convivencia sana en un mundo con interacciones cambiantes.
La información y el conocimiento ya están disponibles de manera gratuita en la red. La importancia de la educación radicará en formar a las personas que pueden usar, gestionar, sistematizar y aplicar esa información de manera correcta y ética, innovar de maneras creativas para generar mayor bienestar e impacto sobre otras personas, y contribuir a la equidad de las sociedades.