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Publicado 17 de octubre de 2023

Por una mejor calidad de vida de nuestros niños, niñas y adolescentes

Entrevista con Daniel Tobón, médico y creador del índice Welbin, una herramienta que puede ayudar a medir cómo están garantizando los colegios el bienestar en sus entornos. Hasta el momento han impactado cerca de 2.5 millones de estudiantes y su meta es llegar a los 10 millones que tiene el país.

Por: Santiago Martínez Hernández, Comité Editorial Asocajas

Daniel Tobón es un médico que vive obsesionado con la idea de que todos los niños, niñas y adolescentes puedan vivir una vida feliz, saludable y con oportunidades, especialmente mientras atraviesan esa etapa de la vida. Por eso creó Welbin, un índice que busca medir los contextos para promover el bienestar en la comunidad educativa a partir de datos que permitan saber cuántos colegios tienen acceso a agua potable, cómo están abordando las habilidades socioemocionales, el liderazgo, promoviendo la salud mental y previniendo situaciones graves, como las violencias basadas en género o la inclusión de la población con discapacidad.

Tobón es uno de los invitados a la versión 33 del Congreso Nacional de las Cajas de Compensación Familiar, Potencial Sin Límites. En una conversación con la revista Caja de Resonancia, recuerda cómo surgió la idea de Welbin y que su mayor anhelo es que todas las personas, en especial los más pequeños, entiendan que la vida sí vale la pena, que tiene propósito y que es divertido y placentero vivirla.

Santiago Martínez (SM)

Si yo soy un alcalde recién electo y me enfrento al reto de crear una política de educación, ¿por qué debo construir un programa con base a los entornos de protección y el índice Welbin?

Daniel Tobón (DT)

En Colombia no tenemos información organizada y sistematizada sobre cuáles son las condiciones y prácticas de los colegios para promover el bienestar de la comunidad educativa y los estudiantes, que son alrededor de 10 millones de niños, niñas y adolescentes. Yo parto de una premisa y es que la educación debe construirse desde el bienestar, no solo socioemocional, sino desde una visión en la que garanticemos que las personas pueden tener unas vidas satisfactorias desde diferentes dimensiones, como la cognitiva, emocional, social, física y material.

Las familias mandan a sus hijos a una institución educativa, en la que pasan en promedio 8 horas al día, casi todos los días del año, sin tener información clara sobre, por ejemplo, si tienen agua potable o un programa que asegure su desarrollo integral. Cuando le preguntamos a los padres y madres qué esperan cuando mandan a sus hijos al colegio, responden que desean que aprendan cosas que van a necesitar para tener un buen trabajo que les permita vivir bien; pero la mayoría también quieren que estén cuidados, que aprendan a ser buenas personas, a socializar, a regular sus emociones y a que sean felices.

Si fuera un alcalde recién electo, lo primero es hacer un diagnóstico sobre cómo están los colegios a partir de su contexto. Si no se hace este análisis, vamos a seguir realizando intervenciones genéricas y la evidencia nos demuestra que no estamos teniendo mejoras significativas en las condiciones de vida de los estudiantes. Con los entornos de protección podemos mejorar indicadores académicos, de satisfacción con la vida, de capacidad de relacionamiento y de cambios de hábitos.

SM

Usted es médico de profesión y creó un programa que en vez de estar atendiendo pacientes en un consultorio está buscando mejor calidad de vida de millones de niños y niñas a través de un modelo disruptivo de educación. ¿Cómo nació esa idea de Welbin?

DT: La palabra del término en inglés well-being, que traduce literalmente bienestar. De ahí surge Welbin, porque en el campo de salud y bienestar me empecé a dar cuenta de la cantidad de niños, niñas y adolescentes que enfrentan diferentes situaciones problemáticas y que amenazan sus proyectos de vida.

Todo se remonta a cuando era adolescente, porque mi vida en algún momento corrió riesgo. Cuando salí del colegio, estaba pasando por un cuadro difícil de depresión, después de haber aguantado muchos años de bullying, lo que me hacía sentir insignificante y solo. En ese entonces, mis profesores miraban para otro lado y tuve pensamientos frecuentes de que la vida sería mejor si yo no existiera.

Afortunadamente, pude salir de esa situación y entré a estudiar medicina, con el apoyo de mi familia, amigos y profesionales pude construir una carrera. Me empecé a apasionar por trabajar en la salud y bienestar de niños, niñas y adolescentes, porque –al igual que yo– millones de ellos ven sus vidas y proyectos amenazados por situaciones de salud y bienestar, las cuales podemos prevenir, identificar a tiempo y atender oportunamente en los entornos escolares.

SM: ¿Como cuáles?

DT: Las tres primeras causas de muerte en adolescentes en Colombia son: homicidio, siniestros viales y suicidio, que viene aumentando en menores de 14 años.  Son problemáticas absolutamente prevenibles y las podemos enfrentar directamente desde el entorno escolar, así como en el entorno familiar y el comunitario. Me obsesioné con la idea de que todos los niños, niñas y adolescentes puedan vivir una vida feliz, saludable y con oportunidades, especialmente mientras atraviesan esa etapa de la vida.

SM: ¿Cuándo comenzó a construir el indicador Welbin?

DT: Al graduarme, manejé programas de adolescencia y juventud a nivel regional y en varios países del mundo. Una de esas experiencias fue una consultoría para la Organización Panamericana de la Salud, en la que debía crear un informe sobre cómo los países de América Latina estaban promoviendo la salud en las escuelas. Descubrí que en la región de las Américas no sabíamos cuántos colegios tienen acceso a agua potable y mucho menos sabemos cómo los colegios están abordando las habilidades socioemocionales, el liderazgo, promoviendo la salud mental y previniendo situaciones graves, como las violencias basadas en género o la inclusión de la población con discapacidad.

Por todas estas razones fundé Welbin, que al principio inició como un indicador. Era algo que yo hacía en mis tiempos libres por el año 2019. Cuando lo íbamos a implementar por primera vez, llegó la pandemia, cerraron todos los colegios y nos dimos cuenta de que era más pertinente que nunca. Ahí lo convertimos en una herramienta que implementamos año a año en distintos colegios para recolectar información que permita tomar decisiones basadas en datos y crear rutas de mejoramiento a partir de cada contexto. Hasta el momento el índice Welbin lo han aplicado entre 5.500 a 6.000 colegios en Colombia, Jamaica y otros países de la región. Esto cubre más o menos a 2.5 millones de estudiantes.

SM: ¿Cuáles son las principales limitantes a las que se enfrentan las familias colombianas para que niños y niñas accedan a un modelo integral de educación, que explote sus capacidades y permita definir un plan de vida?

DT: La principal limitante es el desconocimiento. A pesar de que he podido llegar a muchos colegios del país, esto no representa todavía un porcentaje significativo. No existen datos objetivos ni estandarizados para medir el nivel integral de la educación. Lo que conocen las familias y hasta el mismo gobierno son las Pruebas Saber y el voz a voz de lo que dicen sobre los colegios.

La segunda limitante es que todavía creemos que pensar en ese modelo integral de la educación es excluyente o una alternativa distinta a lo académico. Es importante entender que la formación de habilidades cognitivas debe apalancarse en modelos en los que los estudiantes puedan reconocer y tramitar sus emociones, resolver sus conflictos de una manera pacífica, buscar ayuda cuando lo necesiten y ejercer el cuidado propio y mutuo.

La tercera y última es que no hay incentivos desde el gobierno para recopilar información que permita avanzar en la consolidación de entornos de protección para el bienestar de la comunidad educativa. Al no controlar la información, no se generan incentivos para que los colegios lo apropien y se diferencien en su oferta de valor. 

SM: ¿Cuáles son las principales diferencias en términos de acceso, calidad y pertinencia entre una educación en las ciudades y en la ruralidad?

DT: Un ejemplo muy concreto que no me canso de repetir, es el acceso al agua potable. Es un tema supremamente básico, porque significa que las comunidades educativas, incluyendo los maestros, se enfermen constantemente, tengan que ausentarse del colegio y, en algunas ocasiones, especialmente en los niños menores de cinco años, pueden llegar a morir por deshidratación ante una infección gastrointestinal.

Según el índice, nivel nacional el 38% de colegios no tienen agua potable constante y gratuita para beber y preparar alimentos. Si ponemos la lupa en la zona rural, esa cifra asciende al 67%. Preocupa aún más cuando vemos el tema de acueducto, que es agua tratada para el funcionamiento de los colegios. A nivel nacional, el 85% de los colegios tienen acceso a acueducto, pero en los rurales solo es el 55%. La otra parte de esos colegios que hemos encuestado suplen su necesidad con aguas lluvia, subterráneas o superficiales.

Otro caso es, ¿qué tanto se está promoviendo una sexualidad responsable y de igualdad de género? En un contexto urbano se cumple en un 40% las prácticas recomendadas para promover la sexualidad responsable y de igualdad de género, mientras que en la ruralidad solo lo hacen el 26%.

SM: ¿Y en temas de acompañamiento sicológico y profesores?

DT: Nuestro indicador señala que el 50% de los colegios rurales tienen profesionales para hacer acompañamiento psicosocial. En los urbanos está en un 70%. Las diferencias son muy marcadas en condiciones de infraestructura física, principalmente en la planta de profesores para garantizar el acompañamiento de las necesidades de los estudiantes. En la zona rural muchas veces hay aulas multigrado, en la que un solo profesional atiende estudiantes de destinos grados, lo que impacta negativamente la calidad educativa y aprendizaje.

SM: Según su indicador de medición, ¿cómo logra incrementar las oportunidades de vida y bienestar en las familias colombianas el que un niño se eduque en un entorno de protección?

DT: En alianza con el laboratorio de Economía de la Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, hemos hecho varios análisis al respecto. Al cruzar el índice Welbin con las Pruebas Saber demuestra que los colegios que tienen mejor desempeño académico medidos son colegios que tienen condiciones más favorables de salud y bienestar escolar y viceversa. Esto se traduce en mejores oportunidades de vida para los estudiantes y sus familias.

Asimismo, los entornos de protección disminuyen en un 40% de los casos de deserción escolar, en un 25% el ausentismo escolar y aproximadamente en un 20% la reprobación de año escolar. Todo está unido a situaciones de salud y bienestar. También hay estudios en Colombia que muestran que 1 de cada 4 niñas se ausenta más del colegio durante la menstruación, porque nadie está capacitándolas o acompañándolas. En ese sentido, con el índice hemos encontrado una información muy interesante y es que una minoría de instituciones educativas realiza acciones de promoción de la salud menstrual, lo que reduce el ausentismo escolar de las niñas y genera acciones para evitar violencias basadas en género.

SM: ¿Cuáles son sus sueños a corto, mediano y largo plazo?

DT: Mi sueño a corto plazo es entender a mayor profundidad cuál es la situación de bienestar de cada estudiante, para construir planes individualizados que permitan prevenir situaciones de riesgo –temas de seguridad, salud mental, entre otros– que ponen en peligro las vidas de los estudiantes, sus familias, los maestros y los entornos escolares.

A mediano y largo plazo me sueño con que haya una sana competencia de cuál es el colegio que implementa mejores prácticas de bienestar. También que todas las personas, en especial los niños, niñas y adolescentes entiendan que la vida sí vale la pena, que tiene propósito y que es divertido y placentero vivirla.

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